Manrique.

Querida presencia amiga… tú que me lees o me observas, según la ocasión.
¿Cómo se encuentra tu alma? ¿Continúa viajando en barcos de papel sobre mares de tinta?
¡Oh capitán, mi capitán!
¡Qué hermosas noches, esas en las que viajábamos a través de esos mundos que se extendían a nuestros pies para ser gobernados por nuestra imaginación y sana locura!
Te imagino joven, te imagino niño, te imagino hombre conquistando ciudades de cartón y
duende, gobernando castillos creados de nubes.
La ciudad poco a poco anochece, hace calor y al parecer no soy la única que decide caminar bajo la luz de la luna y las estrellas. (Aún espero encontrarme con Manrique a la vuelta de la esquina)
Pienso (mientras me siento en un banco frente al mar que escucho pero no logro ver) que debes estar bajo la misma luna, admirándola tal vez, sonriendo con las estrellas contándoles historias que ellas ya han escuchado pero jamás de tus labios, jamás con tu voz.
Sonrío. Es el resultado de recordar tu voz. ¿La escuche en un sueño?
No. Lo sé. Fuiste real… tanto como el amor de Manrique por un rayo de luna.
¿Será posible enloquecer por amor?
Sonrío nuevamente… levanto la vista- ¡claro que no!- digo en voz alta.
Las estrellas me escuchan, lo sé.
Ansío letras de quien jugaba a escribir, canciones de ese ser que ama la música tanto como respirar.
La soledad no siempre es dolorosa. Yo por mi parte, suelo regodearme con ella de buen modo. Nos gustamos, nos agradamos.
No podría continuar mirando ese bosque sin buscarte en él. No estas, jamás has estado pero te busco. Quiero que sepas que hay lugares por conocer, mundos por explorar y continúas llenándome de silencios que ensordecen mi alma.
La noche avanza y permanezco en ella eternamente.
Me sepultas en su oscuridad, esta vida es una. Nos veremos en la siguiente. Te encontraré.
Junto a las vías del tren o a la orilla del mar. Observando estrellas o intentando volar. Lo haré.

Nite.